lunes, 21 de mayo de 2012

La libertad de Diógenes

Cuando uno revisa la pintura del flamenco (belga) Jacob Jordaens, en la cual retrata al filósofo Diógenes “el cínico”, o la de Juan Antonio Ribera Fernández, en la expresión de un antiguo sabio feliz, e incluso las pinturas del francés clasicista Poussin o el italiano Salvatore Rosa, podemos darnos cuenta que tuvieron una razón especial por la que decidieron pintar al filósofo, la cual era: su estilo de vida.
Pero ¿quién fue este personaje llamado Diógenes? 
Diógenes era natural de Sínope, y nació en el 412 a.C. Fue hijo del banquero Hicesias, que años más tarde junto con Diógenes, fueron desterrados por fabricar monedas falsas. Una leyenda nos narra que Diógenes un día fue al oráculo de Delfos a consultar sobre su destino y obtuvo como respuesta Regresa a casa y da nuevas instituciones a tu pueblo”, entonces Diógenes entendió que debía empezar por “cambiar” las monedas. Diógenes solía decir que como los hombres son “falsos” en sus actos, entonces no deberían amargarse por tener monedas “falsas”, ya que entre “falsos” nada hay de extraño.
Fue en Atenas, donde Diógenes vio que los ciudadanos se preocupaban por lo que el convencionalismo consideraba “malo”, pero no por el mal, en sí. Y sostuvo que la moralidad de muchos hombres, son tan falsas como las monedas que fabricaba. Entonces empezó a analizar la distinción entre la naturaleza y los convencionalismos.
Fue discípulo de Antístenes (444 a. C. - 365 a. C.) quien fue el fundador de la escuela cínica y el más antiguo discípulo de Sócrates.
Durante su vida, Diógenes vivió como vagabundo en las calles de Atenas y evitó los placeres terrenales. Solía comer aceitunas e higos, mientras caminaba por la ciudad, que por cierto, lo hacía descalzo durante todo el año. Estaba acostumbrado a dormir en los pórticos de los templos, envuelto con una capa y tomó un barril (tinaja) viejo, para usarlo como “casa”. Llevaba un báculo, un manto y un cuenco, que luego dejaría para beber con las manos. De este modo, llevó una vida sin lujos, sin vanidad, sin ascenso social y con plena libertad. Convirtió la pobreza extrema en una virtud.
¿Por qué a Diógenes lo llamaban “el perro”?
Esto se debe al nombre de “Cínicos”, el cual tiene dos acepciones y connotaciones griegas.
 Primero: El maestro de Diógenes, el ateniense Antístenes, fue el fundador de la escuela “cínica”, donde enseñaba filosofía. Esta escuela, era el gimnasio CINOSARGO, cuyo nombre significa “kyon-argos” que quiere decir “perro ágil”.
 Segundo: La palabra “Cínico” está asociada al comportamiento de Antístenes y de Diógenes, los cuales eran como el de los “Kyon” o “Kynos”,  raíz griega que significa “perro” (perros). De ahí que la gente solía llamarlos “Los Kynikos” (Cínicos / Los perros). Y esto se debe al modo de vida que habían optado llevar, por la idea radical de libertad, desvergüenza y los ataques a las tradiciones sociales.


Por último, se relaciona lo cínico con lo canino en:

-       La indiferencia en la manera de vivir.
-       La impudicia a la hora de hablar o actuar en público.
-       Las cualidades de buen guardián para preservar los principios de su filosofía.
-       La facultad de saber distinguir perfectamente los amigos de los enemigos.

Anécdotas de Diógenes

  • Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes que le abandonó poco más tarde. Y con el buen humor que lo caracterizaba, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder sin Manes?” Diógenes será coherente riéndose de la relación de extrema dependencia entre las personas. De este modo aprendió que no es bueno depender de nadie.
  • Un día vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”, y tiró su escudilla. 
  • Otro día se estaba masturbando en el Ágora, quiénes le reprendieron por ello, obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta: "¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!"
  • En una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas, con una lámpara en la mano diciendo: “Busco un hombre sabio”.
  • Cuando caminaba entre varia gente, iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que solo tropezaba con “escombros” y que pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra.
  • En otra ocasión, cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo especial hincapié en el hecho de que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse. 
  • Cuando Platón le dio la definición de Sócrates del hombre como “bípedo implume”, por lo cual había sido bastante elogiado, Diógenes desplumó un pollo y lo soltó en la Academia de Platón diciendo “¡Te he traído un hombre!”. 
  • Asistiendo a una lección de Zenón de Elea, que negaba el movimiento, Diógenes se levantó y se puso a caminar. 
  • Se dice que cuando le preguntaron a Diógenes “¿Cuál es la mejor hora para comer?”, este respondió “Si eres rico cuando quieras y si eres pobre cuando puedas”.
  • En otro momento, veía a los matemáticos que alzaban la vista, tratando de calcular los movimientos de las estrellas y la luna y decía “Estos se preocupan más por ver las cosas de arriba y no las que tienen en sus pies”.
  • Cierto día caminaba Diógenes por la ciudad de Atenás y vio que un muchacho, hijo de una meretriz, tiraba piedras a los señores que pasaban por ahí, entonces le dijo “Muchacho! Calma! No tires piedras a los desconocidos, no vaya a ser que le des a tu padre”.
  • Al enterarse que un tal Dídimo (que en griego traducido al castellano significa “Testículo”) había sido sorprendido cometiendo adulterio, dijo “Este merece que lo cuelguen por su nombre”.
  • Según la leyenda, que parece ser creada con Menipo de Gadara, Diógenes en un viaje a Egina, fue capturado por los piratas y vendido como esclavo. Cuando fue puesto a la venta como esclavo, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, respondió: “Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo”. Fue comprado por un tal Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus dos hijos.
  • Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: “Sí, tan solo que te apartes porque me tapas el sol.” Los cortesanos y acompañantes se burlaron del filósofo, diciéndole que estaba ante el rey.Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo.
  • En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.
  • Diógenes decía irónicamente de sí mismo que, en todo caso, era "un perro de los que reciben elogios, pero con el que ninguno de los que lo alaban quiere salir a cazar". En mitad de un banquete, algunos invitados comenzaron a arrojarle huesos como si se tratara de un perro. Diógenes se les plantó enfrente y comenzó a orinarles encima, tal como hubiera hecho un perro. También le gritaron “perro” mientras comía en el ágora y él profirió: “¡Perros vosotros, que me rondáis mientras como!” y algunos le dijeron “Perro! No queremos que nos muerdas” y Diógenes respondió “Tranquilos, un perro no muerde porquerías”.
  • Con idéntica dignidad respondió al mismísimo Platón, que le había lanzado el mismo improperio: “Sí, ciertamente soy un perro, pues regreso una y otra vez junto a los que me vendieron”.
Su enseñanza 
Diógenes, sin embargo, no le daba valor alguno a la propiedad y solía decir "todas las cosas son propiedad del sabio".
Para él, la virtud consiste fundamentalmente en la supresión de las necesidades; la creencia de que la sociedad es el origen de muchas de éstas, que pueden evitarse mediante una vida natural y austera. Según él, la virtud es el soberano bien. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar.
Se le considera inventor de la idea del cosmopolitismo, porque afirmaba que era ciudadano del mundo y no de una ciudad en particular. 
El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza.
Solía decir que “El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades.”

Se destacó también por:
El aprecio por las privaciones, al punto del dolor, como medio de rectificación moral.
El desprecio de las convenciones de la vida social, y la desconfianza de las filosofías refinadas, afirmando que un rústico puede conocer todo lo cognoscible.
Despreciaba también la mayoría de los placeres mundanos, afirmando que los hombres obedecen a sus deseos como los esclavos a sus amos.
En el amor sostenía que era "el negocio de los ociosos", y que los amantes se complacían en sus propios infortunios. Es más, admiraba y glorificaba a los que pudiendo casarse, no lo hacían.
Sostuvo que el coito era una necesidad física y por ende muy natural.  Sostuvo que la muerte no era un mal, pues no tenemos conciencia de ella.
Pasó el resto de su vida en Corinto, donde se dedicó enteramente a predicar las doctrinas de la virtud del autocontrol.
Practicó la idea cínica de autosuficiencia, la cual requería una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad.

Su muerte
Sobre la muerte de Diógenes circularon muchas versiones. Según una de ellas, murió de un cólico provocado por la ingestión de un pulpo vivo; según otra, fue como consecuencia de una caída, tras haberle mordido un tendón uno de los perros entre los que trataba de repartir un pulpo; y según otra más, murió por su propia voluntad, reteniendo la respiración, aunque esto sería algo metafórico, pues es imposible morir por dejar de respirar voluntariamente. También circula una leyenda según la cual sus últimas palabras fueron: “Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.” Mucho tiempo después Epicteto le recordaba como modelo de sabiduría.
No legó a la posteridad ningún escrito y murió en el año 323 a.C. en la ciudad de Corinto, en donde erigieron una columna de mármol de Paros, con la figura de un perro descansando en honor a Diógenes.
Se cuenta que estando a punto de morir, Alejandro Magno dijo: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.”

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