Philosopho Acutissimo, ac Celeberrimo
B. D. S.
J. L U D O V I C U S F A B R I T I U S
Celeberrime Vir,
In mandatis mihi dedit Serenissimus Elector Palatinus, Dominus meus Clementissimus, ut ad Te, mihi quidem hucusque ignotum, Serenissimo vero Principi commendatissimum scriberem, ac rogarem, an in illustri sua Academia ordinariam Philosophiae Professionem suscipere animus esset. Stipendium exsolvetur anuum, quo ordinarii professores hodie fruuntur. Non alibi invenias Principem faventiorem eximiis ingeniis, inter quae te aestimat. Philosophandi libertatem habebis amplissimam, qua te ad publice stabilitam religionem conturbandam non abusurum credit. Ego sapientissimi Principis mandato non potui non obsecundare. Quapropter te rogo quam impensissime, ut quamprimum mihi respondeas, tuamque ad me responsionem vel Serenissimi Electoris Residenti Hagae Comitis D. Grotio, vel D. Gilles van der Hek, ad me in fasciculo literarum, quae in aulam transmitti solent, curandam tradas, vel alia denique commoditate, quae opportunissima videbitur, utaris. Hoc unum addo, te, si huc venias, vitam Philosopho dignam cum voluptate transacturum, nisi praeter spem, et opinionem nostram alia omnia accidant. His Vale, et Salve,
Vir Clarissime,
A Nominis tui StudiosissimoJ. Ludovico Fabritio, Acad. Heildelb. Professore, et Electoris Palatini Consiliario.
Heidelb. 16 Febr. 1673.
Traducción al español:
Al filósofo agudísimo y celebérrimo
Celebérrimo señor:
El serenísimo elector palatino, mi clementísimo señor, me ha ordenado que le escriba a usted, un desconocido hasta ahora, a lo menos para mí, pero muy recomendado al Serenísimo Príncipe, y le pregunte si estaría dispuesto a aceptar la cátedra de profesor ordinario de filosofía en su ilustre universidad. Se le pagaría el estipendio anual que gozan actualmente los profesores ordinarios. En ningún otro lugar encontrará usted un Príncipe más favorable a los ingenios eximios, entre los cuales lo cuenta a usted. Tendrá amplísima libertad de filosofar, y confía que no abusará de ella para perturbar la religión públicamente establecida. No he podido dejar de cumplir la orden del sapientísimo Príncipe. Por lo cual, le ruego muy encarecidamente que me conteste lo más pronto posible y confíe su respuesta o al señor Grocio, residente del Serenísimo Elector de La Haya, o al Señor Gilles van der Hek, y trate de que me llegue con el paquete de cartas que suelen remitir a la corte, o use, en fin, cualquier otor medio que le parezca más adecuado. Agrego únicamente esto: que si usted viene aquí, podrá disfrutar de una vida digna de un filósofo, excepto el caso de que todo ocurra contrariamente a nuestra esperanza y expectativa. Y con esto, consérvese usted bueno y reciba el saludo, ilustrísimo señor, de su devotísimo,
J. Luis Fabricio
Profesor de la Universidad de Heildelberg, 1673.
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RESPUESTA DE SPINOZA: CARTA EN LA QUE RECHAZA LA CÁTEDRA
Amplissimo, Nobilissimoque Viro
D. J. L U D O V I C O F A B R I T I O
Acad. Heidelbergensis Professoris, et Electoris Palatini Consiliario
B. D. S.
Responso ad praecedentem
Amplissime Vir,
Amplissime, Nobilissimeque Domine,
Tuum ex asseB D. S.
Hagae Comitis 30 Martii 1673.
Traducción:
Excelentísimo señor:
Si alguna vez hubiese tenido el deseo de aceptar el cargo de profesor en alguna facultad, solo hubiera podido elegir el que, por su intermedio me ofrece, el serenísimo Elector Palatino, especialmente por la libertad de filosofar, que el Clementísimo Príncipe se digna conceder; para no mencionar para nada que, desde hace mucho tiempo deseaba vivir bajo el gobierno de un Príncipe cuya sabiduría todos admiran. Pero, puesto que nunca he tenido la intención de enseñar públicamente, no puedo decidirme a aprovechar esta excelente ocasión, aunque he meditado largo tiempo sobre el asunto. Pues, pienso, en primer lugar, que si quisiera dedicarme a la enseñanza de la juventud, dejaría de cultivar la filosofía. Luego, pienso que ignoro dentro de qué límites debe encerrarse esta libertad de filosofar, para que no parezca que quiero perturbar la religión públicamente establecida; pues, los cismas no nacen tanto del ardiente amor por la religión, como de la diversidad de las pasiones de los hombres o del afán de contradecir que todo, aún lo rectamente dicho, suelen tergiversarlo y condenarlo. Como ya he experimentado estas cosas ahora que llevo una vida privada y solitaria, mucho más he de temerles después que haya ascendido a ese grado de dignidad. Usted ve, pues, excelentísimo señor, que me resisto no por la esperanza de mejor fortuna, sino por el amor a la tranquilidad, que creo poder conseguir de algún modo, con tal de que me abstenga de lecciones públicas. Por el cual, le ruego encarecidamente que le pida al Serenísimo Elector que me permita deliberar más detenidamente sobre este asunto; y además, que continúe procurando el favor del Clementísimo Príncipe para su devotísimo admirador, con lo cual obligará aún más, excelentísimo y nobilísimo señor, al enteramente suyo.
Baruch Spinoza
La Haya, marzo de 1673.
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