Una palabra que aparentemente no tendría aplicación en una sociedad que cada vez más, se va perdiendo. Sin embargo, parece que cada día más, vamos viviendo en una distopía, alejándonos años luz, de una utopía.
Distopía, viene a ser un término
creado para dar a conocer una sociedad ficticia que es indeseable en sí misma. Se habla de una sociedad mala, algo indeseable. Generalmente se acuña el término a sociedad
distópica como punto central de interacción humana, en una novela, ensayo,
cuento o cine.
Si nos remitimos
a la etimología del término, vemos que las raíces de la palabra “distopía” nos
llevan a la cultura anglosajona, donde esta noción conceptual tiene su base.
Sin embargo, este término, proviene de la construcción de dos voces griegas
/dis-topía/ de un prefijo adverbial /dis/
que significa “mal” y de un sustantivo /topos/
que significa “lugar”. Antes de la existencia de este término, ya existía la
palabra “utopía”, que fue acuñada por Tomás Moro, quien sacó el término de
raíces griegas /ou-topos/ (utopía, que
significa “no lugar” o “lugar que no existe”, el cual era empleado para hablar
de sociedades “ideales o perfectas”).
Pero ¿cómo llegó
la construcción de dos voces griegas /dis/ y /topos/ a la cultura anglosajona?
Para esto, encontraremos una fuente de primera mano en el Diccionario Inglés de Oxford, el cual nos dice que este término
“distopía” fue establecido a finales del siglo XIX por el filósofo John S. Mill,
quien a su vez empleaba el sinónimo creado con Bentham cacotopía (proveniente del adjetivo /kakós/ = malo). Entonces se
podría decir que la “distopía” viene a ser como una “utopía negativa”, en donde
la realidad que transcurre, es distorsionada y llevada a cabo por elementos
antitéticos contrarios a los de una sociedad perfecta. Lo utópico o lo distópico,
puede ser indicado a lo “deseable” e “indeseable”. Es así como en las novelas,
por ejemplo, tenemos a que las sociedades distópicas son producto de una
negativa tendencia social, un contexto en el cual las situaciones que se
desenvuelven son indeseables y repudiables. Muchos escritores las emplean a
manera de sátiras, para que el lector pueda estar advertido que no tiene
sentido alguno vivir en una sociedad distópica, porque estas al final, llevan a
consecuencias extrapoladas y nefastas, incluso muchos de ellas son situaciones
hostiles en las que los personajes se ven envueltos.
En el mundo
real, se podría decir que una distopía tiene mucho que ver con el contexto y la
situación política-social en la que se vive o atraviesa una sociedad. Un claro
ejemplo de esto, lo vemos en la historia, a mitad del siglos XX, donde se daban
a conocer los primeros sucesos peligrosos que provenían del socialismo de
Estado, producto de una gran mediocridad en el control de las masas y la
interrupción de la evolución en las democracias liberales que buscaban
sociedades totalitarias, cayendo en un mal manejo de consumismo y aislamiento.
Obras como las de Robert Hugh, Señor del
Mundo o Fahrenheit 451 de R.
Bradbury, son claros ejemplos del caos o la mala conducción que impera en una
sociedad determinada. Con el tiempo, las grandes empresas transnacionales, son
las principales fuentes capitalistas que generan y provocan un contexto
distópico, debido a los grandes manejos de la tecnología, donde poco a poco
estas van abarcando la vida del hombre. Esto también se ve reflejado en muchas
novelas, como La chica mecánica de
Paolo Bacigalupi.
Toda distopía
siempre termina en caos y desgracia. Las sociedades actuales cada vez más,
parecen marchar a una “nueva era” en que la tecnología y las grandes empresas
capitalistas van absorbiendo, no solo el mercado, sino también las decisiones y
elecciones de los individuos. En palabras de Stuart Mill, el ser humano se
distingue ante todo por su capacidad de elegir, ya que esta es la principal cualidad
distintiva que sustrae al hombre de la naturaleza y la aleja de ella, para
incorporarlo al reino de la cultura. Pero cada vez, parece que poco a poco el
hombre va perdiendo su capacidad de elección, para caer y ser víctima de las
neo-sociedades distópicas. En suma, el ser humano no debe olvidar que es un ser
impredecible, y esta misma condición, hace que diariamente tena que renovarse
los fines de la cultura y que todo cuerpo social normativo que intenten sujetar
o reducir su soberanía le sea extraño. Esperemos que la realidad de una
sociedad distópica, no supere a la ficción.
Referencias y material sobre sociedades distópicas:
·
Señor del Mundo – Robert Hugh.
·
Fahrenheit 451 – Ray Bradbury.
·
1984 – George Orwell.
·
Mercaderes del Espacio –
Frederik Pohl y Cyril M. Kombluth.
·
Nosotros – Yevgueni Zamiatin.
·
Un mundo feliz – Aldous Huxley.
·
Traición (2005) – Scott
Westerfield.
·
La chica mecánica – Paolo
Bacigalupi.
·
La ciudad del gran rey – Oscar
Esquivias.
·
Snow crash (1992) – Neal
Stephenson.
·
La carretera (2006) – Cormac
McCarthy.
·
La naranja mecánica – Stanley
Kubrick.
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