martes, 13 de diciembre de 2022

Grandes pensadores y apostadores

Existen personas que suelen criticar de manera exacerbada a aquellos que invierten su dinero en juegos de azar y apuestas. Se escandalizan y los señalan de viles truhanes o personas ‘vagas’ que no hacen más que derrochar su dinero en tales juegos. Ahora bien, sabemos que existen personas de todo tipo: hay  apostadores que efectivamente pueden ser ‘vagos’ o hasta estafadores encubiertos. Pero ¿qué pensarías si te dijera que entre los apostadores también hubo y hay hombres eruditos, cultos y preparados? ¿Me creerías?

Seguramente, muchas personas pensarán que todas las grandes mentes y los grandes escritores vivieron dedicados al estudio, a la investigación y a la escritura. Sin embargo, muchos no se detienen a pensar que, como seres humanos, también fueron víctimas de un gran torrente y adictivo lúdico como lo son las apuestas en los juegos. Tanto es así que jamás te imaginaste que pensadores y escritores a quienes estudiaste durante la escuela secundaria o en la universidad se dedicaron a echar un par de monedas en las apuestas.

Caso 1: Los filósofos apostadores Montaigne y Descartes

Muchos piensan que Montaigne y Descartes solo se dedicaron a estudiar filosofía y a escribir sus obras, cuyos aportes dejaron un gran legado literario-filosófico para la educación por parte de Montaigne y un aporte filosófico-científico por parte de Descartes. No en vano, Montaigne creó el ensayo, cuya manera de redactar continúa hoy vigente. Sin embargo, ¿qué pensarías si te dijera que Montaigne solía decir que los juegos de apuesta le enseñaron bastante? ¿Me creerías? Por si no lo sabes, Montaigne promovió a futuro casas de juego, como la conocida The Montaigne Society (Dallas, Texas, EE. UU.), que por algo lleva su nombre. El fundador de esta sociedad (James Leake, 1995) no solo llegó a leer al filósofo francés, sino que rescató un pensamiento clave de Montaigne que dice: «Hay muchas cosas que no podemos controlar, pero existen maneras de hacer las paces con ello». Leake, luego de estudiar la vida de Montaigne, se percató que este filósofo tuvo buenas experiencias con algunos juegos de apuesta en su época. Para muchos sigue resultando increíble que Montaigne, reconocido como escritor, filósofo renacentista y moralista, haya dedicado una pequeña parte de su tiempo libre a los juegos de apuesta.

Así mismo tenemos a Descartes, considerado como padre de la filosofía moderna, gran investigador y escritor prolífico con muy buenas relaciones eruditas para su época. No obstante, pocos conocen que Descartes era un gran apostador y que, cuando alguien lo criticaba diciendo cosas como «¿será posible que usted, monsieur Descartes, con toda su sapiencia, se dedique también a las apuestas?», Descartes solía responder: «Las grandes mentes son capaces de los mayores vicios y también de las mayores virtudes». Existen cartas y testimonios recolectados por biógrafos donde se lee que Descartes tenía ciertas dudas en cuanto a aportar dinero para formar una familia. Como consecuencia, optó por invertir en el juego cierta cantidad de dinero de lo que percibía, pues cuando ganaba (que según cuentan era la mayoría de las veces) incrementaba su patrimonio. Dedicarse al juego, según sostienen algunos biógrafos suyos, resultó mejor que haber estudiado leyes. Es aquí donde viene la segunda anécdota: Descartes, por más que estuvo en el ejército y estudió leyes, no se dedicó a ejercer esa carrera, sino que destacó en la filosofía. Con todo, por más que leía a los filósofos del pasado, no abandonó su pasatiempo (los juegos de apuestas), al cual buscaba aplicar sus conocimientos matemáticos para ganar sin depender mucho de la suerte. Por último, se sostiene que Descartes amaba los riesgos en los juegos de apuestas, pues lo hacían sentir vivo, a tal punto que intentó estudiar, desde una perspectiva científica, la teoría de los riesgos y las probabilidades en los juegos de apuesta.

Caso 2: Los jugadores adictos: Dostoyevski y Hemingway

No hay lector que no conozca a Fiódor Dostoyevski, renombrado por sus dos obras más reconocidas a nivel mundial: Crimen y castigo (1866) y Los hermanos Karamazov (1880). Sin embargo, Dostoyevski tiene otras obras que quizá no tuvieron el reconocimiento mundial de las ya mencionadas, pero no por eso están desvaloradas en el mundo literario. Entre estas obras tenemos la novela El jugador. Lo curioso de esta novela es que Fiódor la escribió por encargo para, precisamente, pagar las deudas de juego que tenía, pues en esta obra se puede leer parte de las experiencias personales que vivió. En ella, se advierte la pasión desbordante que siente por Polina (su amante) y también su adicción por el juego. Dostoyevski llega a un punto en donde encuentra placer en los juegos de apuesta, pero a la vez no quiere perder a su joven amante, y debido a los problemas que tuvo en su relación con Polina, empezó a perder también en los juegos de apuesta. Dostoyevski va de casino en casino y juega a la ruleta a tal punto de no saber si ama más a los juegos o a Polina. Al final, la obra El jugador es toda una odisea de una vida sentimental no tan buena y de la pasión por el juego.

Por su parte, Ernest Hemingway es más que conocido por todos aquellos que estamos inmersos en el mundo de la literatura debido a que fue ganador del Premio Nobel y del Pulitzer. Dos de sus obras más conocidas son El viejo y el mar (1952) y Por quién doblan las campanas (1940). No obstante, pocos saben que sus primeros escritos incluyen relatos acerca de jugadores. En algunas ocasiones, al relatar su adolescencia, Hemingway narra que sentía afición por el juego del póker, puesto que admiraba a Roosevelt (expresidente de los Estados Unidos) del que se sabe fue un gran jugador del póker. Posteriormente, empezó a ser aficionado del box y eso lo llevó a realizar apuestas en el boxeo. Luego, sentiría esta pasión de las apuestas por las carreras de caballos. Cuando le preguntaban por qué invertía el dinero en las apuestas, Hemingway respondía: «He nacido para disfrutar la vida al máximo, solo que Dios se olvidó de darme dinero y me las tengo que buscar».

Quizá al final, estas grandes mentes fueron atraídas por los juegos de apuestas siguiendo el pensamiento del filósofo e historiador neerlandés Huizinga, quien sostuvo que «el juego es anterior a la cultura» y por eso la mayoría de hombres sienten cierta afición por algún juego, más aún si de apostar y “hacer” algo de dinero se trata. Y si se sabe “cómo ganar” sin correr riesgos, mejor aún, pues bien Descartes solía decir: «¿Por qué asumir riesgos sin un rendimiento previsible?».

Queda resaltar que si bien no existe ninguna «fórmula perfecta» o «mágica» que siempre te haga ganar, lo que si existen son ciertos métodos o estrategias que pueden incrementar las posibilidades de ganar con poca inversión, pero siempre considerando la posibilidad de perder. El equilibrio sería que, por cada diez apuestas que realices, concibas también la posibilidad de que en tres puedes perder. Y, sobre todo, debes aprender a apostar cantidades mínimas, pero que te den algo más que el doble de ganancias calculando bien los resultados.


Escrito por David Misari Torpoco

13 de diciembre de 2022

No hay comentarios:

Publicar un comentario