martes, 17 de mayo de 2022

30. Pensamientos stirnerianos

Para el Estado, la ley del individuo se torna en un crimen, pero parece olvidar que la violencia recibe el nombre de ley por parte de ese mismo Estado. Entonces se puede decir con acierto que el Estado llama «ley» a su propia violencia. Esto lo sabemos, porque es el Estado o mejor dicho su poder quien emplea la fuerza para doblegar a todo aquello que le estorba o simplemente desea dominar. El Estado puede emplear la fuerza de la ley como facultad inherente, pero el individuo no puede hacerlo, ¡irónico!, ¿cierto? Lamentablemente, «en manos del Estado la fuerza se llama derecho». El Estado suele ser el amo, el dueño, el dominador, en otras palabras, el Estado es «el Señor» (patrón) de todo lo que gobierna, pero se olvida de algo importante, puesto que el Estado es un producto del siervo. En efecto, sin los siervos, el Estado nihil est. De cierto, sépase pues que si la sumisión llegara a acabar, esto implicaría también el fin de la dominación, puesto que sin sumisos a nadie se podría dominar. Desde tiempos antiguos se dijo que el hombre debe ser libre, pero la libertad no puede ser concedida por el Estado, pues la libertad tiene que ser conquistada por uno mismo. La pregunta sería ¿cómo conquistamos la libertad? Una posible respuesta sería gracias a nuestra voluntad. Sépase pues que la voluntad del individuo y el Estado son enemigos acérrimos que resulta imposible llegar a una tregua. O bien el hombre busca conquistar su libertad o bien el hombre somete esta voluntad a los caprichos del Estado. Sin embargo, los temerosos del gran Leviatán son los primeros en decir «debemos hacer caso al Estado, ya que nos concede nuestros derechos y nos otorga la justicia», pero este pensamiento para mí, no es más que una vana alegoría. Sépase pues que tú tienes el derecho de poder ser lo que realmente quieres ser. Aprendéis que solo de mí deriva todo derecho y toda justicia, pues yo tengo el derecho de hacerlo todo, en tanto que tengo el poder para ello. Otros dirán que para el Estado, uno como individuo es la nada misma, para el Estado, nosotros no somos nada, pero yo os digo que yo no soy nada en el sentido de vacío, pero soy la «Nada creadora» la nada de la que mi Yo creador lo crea todo y digo esto, porque la ‘nada’ es más para mí que yo mismo.


Escrito por: David E. Misari Torpoco

Libro: Escritos desde la morgue

17 de mayo de 2022



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