El profesor Carlos Otero, experto en entomología, llevó a su laboratorio un frasco que contenía una avispa, pero no se trataba de cualquier avispa, sino una llamada «avispa esmeralda».
Su asistente, la señorita Patricia Bossé notó que el profesor
Carlos ingresó rápido al laboratorio y al verlo muy emocionado, le preguntó:
—Profesor, ¿sucede algo?
—¡La encontré! —respondió el profesor entusiasmado.
—¿Qué encontró?
—A la avispa psicópata.
—¿Qué dice?
—¿Recuerdas que te hablé de una especie de avispa que puede
controlar la mente de otros insectos, en especial de las cucarachas?
—Claro que sí, lo recuerdo.
—Pues bien, aquí está, ¡contempla a la avispa esmeralda!
Una vez que dijo eso, el profesor tomó el frasco con una
mano y la levantó para que Patricia pueda observarla detenidamente mientras el
insecto caminaba dentro del frasco. En eso, Patricia se dio cuenta que esa avispa
poseía un color particular, no en vano se llamaba «esmeralda». El cuerpo de la
avispa era color esmeralda (a diferencia de las avispas comunes). Sin embargo,
fuera del color, Patricia no notó algo ‘asombroso’ en aquel insecto. El
profesor se dio cuenta que Patricia no estaba tan impactada tras ver a la avispa
dentro del frasco, entonces le dijo que vaya al laboratorio de un colega y le
traiga un par de cucarachas, pero no cualquier cucaracha, pues tenían que ser cucarachas
americanas. Patricia asintió y salió del laboratorio a traer esas cucarachas.
Tres horas después, Patricia regresa al laboratorio y se dio
cuenta que el profesor ya tenía acondicionado un pequeño ambiente para los
insectos. El profesor le dijo a Patricia lo siguiente:
—Hoy serás testigo del ‘poder’ que tiene esta avispa cuando
haga contacto con la cucaracha.
—¿Los piensa juntar, profesor?
—¡Claro!, solo así empezará el espectáculo.
—Tengo curiosidad por ver eso que me comentó, eso de que la
avispa puede controlar la mente de otros insectos —dijo Patricia algo
dubitativa.
—No te preocupes, querida y bella Patricia, ahora lo verás.
Dame las cucarachas.
Patricia le entregó un frasco donde había varias cucarachas
americanas y con mucho cuidado, el profesor lo abrió para sacar a una cucaracha y colocarla dentro
de una pecera rectangular. Ahora los dos insectos estaban en el mismo lugar y
solo era cuestión de tiempo.
El profesor le explica a Patricia que la persona que le consiguió
esta avispa y se la dio, le comentó que el insecto estaba por empezar su ciclo
de reproducción, pues se trataba de una avispa hembra.
De pronto, Patricia se percató que la avispa con un rápido movimiento se colocó encima de la cucaracha y le clavó su aguijón en una zona que queda entre la cabeza y el primer segmento torácico de la cucaracha. El profesor la miró y dijo:
—¡Prepárate, Patricia! Porque aquí es donde empieza un acto
macabro y siniestro de la naturaleza que solo ocurre en el mundo de los
insectos.
Patricia quedó algo sorprendida por la manera en la que el
profesor le dijo eso y le preguntó:
—¿Ahora qué pasará?
—Esto que ves es algo natural en esta clase de avispas, pues
para que las larvas logren desarrollarse, la madre, la que ves ahí, debe buscar
cucarachas como esa, sin embargo, estas pobres cucarachas no saben que vinieron
al mundo para servir de «recipientes» y al final, tener una muerte terrible.
—¿Por qué lo dice?
—Es por eso que la llamo ‘avispa psicópata’. Verás, ahora
que la avispa le colocó su aguijón, lo que hace es inyectarle un poderoso
veneno que hará de la cucaracha una «zombie».
—¿Cómo dice?
—Lo que escuchaste, bella Patricia. En otras palabras, lo
que la avispa acaba de hacer es empezar un proceso de «zombificación», la cual
acompañará con un segundo pinchazo para la pobre cucaracha en el cerebro, pues
con eso, la cucaracha quedará en una especie de estado vegetal, aunque no del
todo, porque la verás caminar algo lento, pero sin comer nada y sin reflejos,
pues se habrá convertido en un insecto «zombie».
—¿De verdad le ocurrirá eso o me está mintiendo?
—¿Por qué te mentiría?
—No lo sé, para asustarme quizá.
—Para nada, solo te digo lo que pasará y lo podrás observar
por ti misma.
—¡Qué miedo!
—No se debe tener miedo, porque no es nuestro caso, sin
embargo, esa avispa también esperará el momento oportuno para cortar las
antenas de la cucaracha rápidamente.
—¿Cortar las antenas?, ¿por qué hará eso?
—Mis investigaciones no han dado con el clavo, pero los
trabajos elaborados de otros entomólogos tampoco saben el por qué hacen eso,
sin embargo, se especula que lo hacen para ver si el veneno que le
administraron a la cucaracha fue la dosis justa, pero como te digo, son solo
conjeturas, puesto que aún no hay una
explicación científica y clara que así lo establezca.
—Y luego, ¿qué pasará con la cucaracha?
—¿Ves ese frasco que puse en la esquina de la pecera?
—Sí.
—Pues bien, le construí una especie de «nido» con hojas y
pequeñas piedras para que la avispa pueda llevar a la cucaracha «zombie» a ese
lugar. En otras palabras, la avispa la conducirá ahí para llevar a cabo la
segunda parte de su cometido y para eso, la guiará con sus antenas.
—Dijo ¿segunda parte de su cometido?
—Claro, pues esta avispa no ha convertido en «zombie» a la
cucaracha por nada, pero esperemos un poco para que veas como la guía a su «nido».
Al poco tiempo —efectivamente— la avispa empezó a guiar a la
cucaracha, quien bajo los efectos del proceso de «zombificación», se deja
llevar hasta a ese «nido» que el profesor había preparado en un frasco dentro
de la pecera. Ahí, la avispa, nuevamente se acerca a la cucaracha y esta vez le
introduce un huevo (deposita el huevo sobre una parte del abdomen de la
cucaracha). Luego, la avispa empezó a sellar el lugar con piedras pequeñas y
hojas que estaban dentro de la pecera, lo cual le tardó como cuarenta minutos
hacerlo. Durante todo ese tiempo, la cucaracha siguió ‘viva’ ahí dentro e
incluso se movía lentamente, pero no parecía hacerlo con voluntad propia.
Mientras la avispa sellaba el nido, el profesor colocó una
pequeña cámara que grabaría todo el proceso durante el resto del ciclo
reproductivo.
Pasaron dos semanas y Patricia, quien siguió de cerca todo
lo que aconteció con la avista y luego de revisar bien el video, redactó un
informe sobre el proceso de evolución de la larva. El profesor quedó
maravillado por la redacción detallada del informe y sintió gusto que Patricia
haya aprendido mucho sobre las avispas esmeraldas. Una semana después, el
profesor recibió un correo en el que lo invitaban como ponente a dar una conferencia
en el congreso de entomólogos a fines de ese mes. Rápidamente, el profesor
imprimió la invitación y lo llevó al laboratorio. Una vez que llegó, esperó que
Patricia llegara para comentárselo, pero cambió de opinión y decidió decirle
otra cosa. Patricia llegó al laboratorio, se disculpó por la tardanza, pero el
profesor le dijo que no se preocupara y que lo escuche, porque le tiene una
buena noticia. Ella, algo sorprendida, lo miró y el profesor le dijo:
—¡Llegó tu hora, Patricia!
—¿De qué habla, profesor?
—Me invitaron a dar una conferencia en el congreso de
entomólogos, pero quiero que vayas conmigo y seas tú la que disertes en la
conferencia sobre la avispa esmeralda.
—Pero, profesor, lo invitaron a usted, no a mí, además, solo
soy bachiller.
El profesor se acercó a ella, colocó sus manos sobre los
hombros de Patricia y mirándola fijamente le dijo:
—Eso nada tiene que ver, lo harás bien, bella Patricia, pues
a tus veintisiete años con la carrera ya culminada has aprendido bastante desde
que llegaste a trabajar conmigo este año. Quiero que des esa conferencia, pues
lo único que tienes que hacer es estudiar bien tu informe, analizar una vez más
el video, preparar buenas diapositivas tal como lo sabes hacer y listo. Estoy
convencido que ese día darás una gran conferencia sobre el ciclo reproductivo
de la avispa esmeralda. Yo confío en ti.
Patricia al notar la seguridad y determinación con la que el
profesor le habló, decidió dar esa conferencia.
Pasaron dos semanas y llegó el fin de mes. Llegó el día del
evento y el profesor Carlos con Patricia, bien vestidos, asistieron al congreso
de entomólogos donde se encontrarían con otros profesores de Zoología, Biología
y especialistas en entomología de diversas universidades del país y algunas del
extranjero. Llegó el turno de Patricia y ella, algo nerviosa, pero entre
aplausos, subió al estrado, se paró detrás del podio, miró al público, respiró,
exhaló y empezó a disertar sobre las avispas esmeraldas a la vez que mostraba
las diapositivas en la pantalla gigante. Su exposición fue tan buena que
concluyó con las siguientes palabras:
«[…] Luego de este tiempo, del huevo surge la larva, la cual
cava un pequeño agujero en el abdomen. De esta manera, la larva empieza a
crecer dentro de la cucaracha «zombie» y mientras lo hace, se alimenta, primero
de los fluidos y posteriormente de los órganos internos de esta, pero con mucho
cuidado para mantenerla con vida el tiempo necesario hasta que ella (la larva)
se vuelva adulta. Digamos que la cucaracha «zombie» se encuentra ante una lenta
y cruel muerte. Una vez que termina este proceso de desarrollo y crecimiento de
la larva, esta emerge del interior de la cucaracha, reventándole el abdomen, algo
así como lo que ocurre en la película «Alien», pero lo mejor de esto es que la
avispa sale adulta y la pobre cucaracha queda reducida a su exoesqueleto. Eso
es todo. ¡Muchas gracias!».
Una vez que terminó, la audiencia, desde sus asientos,
aplaudió, pero algunos entomólogos que no habían profundizado en el estudio de
las avispas se pusieron de pie y la aplaudieron. El profesor Carlos se sentía
orgulloso de Patricia, pues para ser su primera conferencia y como bachiller,
lo hizo muy bien. Al final del evento, el profesor Carlos invitó a Patricia a
cenar y fueron a un lujoso lugar para eso. Aparte de la cena, para brindar por
la gran conferencia que disertó Patricia, salieron del restaurant y se fueron a
un bar. Las horas pasaron y ya era algo tarde, Patricia tenía que irse, pero
estaba mareada al igual que el profesor, sin embargo, ella abrazó al profesor y
le agradeció, entre lágrimas, por todo lo que aprendió de él y lo besó, pero a
los pocos segundos se apartó de él y le ofreció disculpas. El profesor
sorprendido por ese beso, tomó el rostro de Patricia, le dijo que no tenía que
disculparse de nada y la besó con más ganas, a lo que Patricia, mareada, siguió
besándolo. Los besos se tornaron más apasionados y la mano del profesor empezó
a bajar hasta tocarle la vagina, pero ella detuvo su mano, dejó de besarlo, se
acercó a su oído y le dijo en voz baja «vamos a mi departamento, mi amiga no
está hoy, así que estaremos solos». El profesor no lo pensó dos veces y
salieron de aquel bar, pararon un taxi y se fueron al departamento de Patricia.
Una vez que ingresaron al departamento, ella lo tomó de la
corbata y lo guio hasta su cuarto. Se desnudaron y se echaron a la cama. Mientras
hacían el amor, hubo un momento en que Patricia, quien estaba debajo de él, lo
abrazo con fuerza y le empezó a arañar la espalda. Esto hizo que el profesor se
excitara más, pero en eso, Patricia miró fijamente al profesor y con una
expresión siniestra en su rostro, le dijo:
—¡Ahora te introduciré mi veneno!
El profesor la miró asustado, pero ella lo abrazó con más
fuerza, además, cruzó sus piernas sobre las piernas del profesor, lo cual hizo
que este no pudiera moverse, pues increíblemente, Patricia tenía una fuerza
descomunal. De pronto, el profesor siente que ni siquiera puede retirar su pene
de la vagina de Patricia. En eso, de la cabeza de Patricia emerge un gran
aguijón, parecido a la cola de un escorpión, el cual penetra en la cabeza del
profesor Carlos. Este grita de dolor y hace todo lo posible por zafarse, pero
es inútil, pues el veneno de ese aguijón empezó a adormecerlo, mientras Patricia
reía a grandes carcajadas y a los pocos minutos, el profesor se desmayó. Es
aquí donde a través del aguijón, Patricia introdujo un huevo. Todo lo que aconteció
después con el crecimiento y desarrollo de la ‘larva’ dentro del cuerpo del
profesor es historia conocida.
Al día siguiente, una hermosa mujer adulta emerge del cuerpo
del profesor Carlos quien ahora era un cadáver. Patricia observa el cuerpo
desnudo de la mujer y le dice:
—Hails, hija mía. Entra a esa pequeña habitación y espérame
ahí.
La mujer desnuda con una mirada psicópata sonrío y se
dirigió a esa pequeña habitación. Patricia arrastró el cuerpo del profesor y
llegó a una puerta blanca, la cual abrió. Arrastró el cuerpo del profesor, lo
dejó en el piso y prendió la luz. Se trataba de un laboratorio donde había más
cadáveres, pero encerrados en una especie de ataúdes de vidrios. Al final de
esta habitación había tres ataúdes vacíos, pero uno de ellos decía «Carlos Otero».
Una vez que colocó el cadáver del profesor en el ataúd de vidrio, lo miró,
sonrió y mientras acariciaba el rostro del profesor, dijo en tono burlesco:
—«Pobrecito, ¿no te diste cuenta que todo este tiempo yo fui
la avispa y tú, la asquerosa cucaracha? ¡Imbécil!».
Fin
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Cuento: La avispa psicópata
Autor: David E. Misari Torpoco
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