No quería dejar que pase este domingo sin recordar al filósofo Albert Camus, pues precisamente, nació un 7 de noviembre de 1913 en Argelia Francesa. Camus es reconocido no solo por haber ganado el Premio Nobel de Literatura en 1957 por sus extraordinarios escritos filosóficos que versan sobre los problemas existencialistas, sino también por escribir textos que trataban el problema de la conciencia del hombre ante una sociedad decadente. Para varios biógrafos y filósofos contemporáneos, Camus es denominado como existencialista, aunque él negaba esa postura y se sentía más cómodo siendo nihilista por la gran influencia de las obras de Nietzsche y Schopenhauer que abordó como máximos referentes.
Me gustaría hablarte más sobre el
pensamiento filosófico de Camus, tal cual lo hago en las clases que dicto en el
colegio donde laboro como profesor de filosofía, sin embargo, en esta
oportunidad quisiera hablarte de una de sus obras que marcó un antes y un
después para la filosofía existencialista. Camus llegaría a ser el primer
filósofo en abordar y plantear una nueva filosofía, se trata de la filosofía
del absurdo. Para esto, ya en su obra titulada «El verano» en uno de sus
artículos trata un tema titulado «El enigma», del cual se puede decir que sería
su primer encuentro con la filosofía del absurdo en la que, a modo de prefacio,
escribe sobre la imposibilidad lógica de avanzar en un mundo fragmentado y
asediado por el absurdo. Posteriormente, trabajaría en su obra «El mito de
Sísifo» en la que desarrolla de manera completa el absurdismo.
Si no la has leído, prepárate
para leer un resumen analítico de lo que trata «El mito de Sísifo»
Para Camus, la noción de lo «absurdo»
se origina por la confrontación entre la vocación del hombre (como especie de
un ‘llamado’) y la irracionalidad del silencio en este mundo. ¿Por qué se
refiere a la irracionalidad del silencio? La respuesta se debe a lo que el
hombre niega de este mundo, en este caso, para los filósofos del
existencialismo, la negación del mundo es Dios, razón por la que en una parte
de su obra nos dice «el racionalismo más universal, termina siempre chocando
con lo irracional del pensamiento humano». Es prácticamente imposible que el
hombre busque un «camino del bien» en un mundo lleno de escombros.
Aunque pueda parecer algo pesimista
más que existencialista, Camus sostiene que la grandeza del hombre llega a
nutrirse del néctar de lo absurdo y de las migajas de la impasibilidad o
desdén. No obstante, el hombre pese a vivir o experimentar muchos males y
adversidades en esta vida, posee algo que lo dota de una postura filosófica
equilibrada, esto es, la rebelión. ¿Por qué la rebelión? Porque si vivimos en
un mundo donde lo absurdo no tiene sentido, sino en la medida en que no se lo
consiente y el hombre, al darse cuenta que tras adquirir una conciencia de lo
absurdo queda ligado a ella de por vida, solo le queda la rebelión, pero no
cualquier rebelión, sino una que consista en busca el sentido a esta deplorable
vida. Lo pernicioso de esto es que el hombre, tal como dice el evangelio «quaerite
et invenietis» (buscad y hallaréis), el hombre encuentra lo que buscó, pues
encuentra la rebelión dentro de lo absurdo. Camus sostiene además que si a lo
que encontramos, una vida llena de absurdo, le añadimos el adjetivo «eterna»,
entonces tendríamos que vivir una «vida eterna absurda». Para que esto no
suceda de esta manera, debemos recordar lo que Nietzsche consideró oportuno en
su tiempo tras decir que no importa poseer una vida eterna, sino que lo eterno
se refleje y exprese en la vida que poseemos.
En uno de los pasajes de su obra,
Camus sostiene que un hombre vale más por lo que calla y no por lo que habla.
Esto pareciera tomado de alguna filosofía china que trate sobre la prudencia
del silencio, pero Camus nos recuerda que si el hombre desea conquistar algo,
entonces deberá elegir entre la contemplación y la acción. Para Camus, el
hombre que sepa conquistarse es porque eligió primero la acción y no estaría
mal.
Pero ¿podría el hombre llegar a
conquistarse o contemplar para actuar bien en un mundo absurdo? El problema de
Dios es que al crear este mundo le dio por excelencia el placer de lo absurdo,
en otras palabras, el absurdo viene a
ser la creación misma. Para Camus, la creación de este mundo es absurdo por
excelencia y a la vez, una imitación, puesto que si el hombre fue colocado en
este mundo, no tendría sentido alguno, porque al estar alejado de lo eterno, la
existencia misma se torna una imitación que subyace en la careta de lo absurdo
y ¿por qué esto es así? Porque como escribió Camus: «Si hay absurdo, lo hay en
el universo del hombre». Y si a esto le sumamos las dos cosas que son
irremediables en la vida del hombre como la locura y la muerte, simplemente lo
absurdo cobra mayor sentido.
De este modo, ya casi por el
final de su obra en «Kirilov», Camus nos narra y explica la situación de
algunos personajes de las novelas de Dostoievski y nos coloca dos pasajes en lo
que todo hombre debe meditar: «La existencia humana es una perfecta absurdidad»
y «la existencia es engañosa y eterna».
En el penúltimo capítulo de su
obra rescatamos el siguiente pasaje:
«En el mito de Sísifo, los dioses
habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de una
montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado
con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo
inútil y sin esperanza».
Analicemos: Sísifo representa al
héroe absurdo y decimos esto, porque se muestra a un Sísifo que es atormentado
por sus pasiones, un héroe que al no aceptar estoicamente su destino, se siente
frustrado y abandonado. Sin embargo, ese desprecio que siente hacia los dioses,
sumado a su odio, repudio e impotencia hacia la muerte, lograron que su
instinto por vivir se torne oscuro, sombrío y sobre todo inútil, pues condenado
a levantar una roca que cada vez que llegara cerca a la cima, esta volvía a
caer y el héroe tendría que volver a bajar para que nuevamente, suba la roca
una y otra vez, convirtiéndose en el proceso más frustrante y absurdo. Un esfuerzo inútil y vano que al final no
tiene sentido repetir algo que no lleva a ningún fin.
No obstante, llegó un momento en
el que Sísifo se dio cuenta que por más que deba subir la roca una y otra vez,
ese destino le pertenece, se dio cuenta que a pesar del nefasto y cruel castigo
de los dioses, poseía una alegría silenciosa (como bien lo expresa Camus),
puesto que al darse cuenta que es dueño de su vida y de esos angustiosos
momentos, entonces se percató de un cambio, pues no era la roca su carga, sino
que la roca ahora le pertenecía, pues «no hay sol sin sombra y es menester
conocer la noche». Sísifo empezó a ver una luz al final del túnel, nuestro
héroe del absurdo empezó a decir un «sí» a la vida, puesto que ahora él es
dueño de sus días. Es ahí, donde el hombre, en un breve momento donde retorna y
retoma su vida, al igual que Sísifo volvió por la roca, en ese preciso
instante, el hombre conquista su destino, pues se da cuenta que puede ser capaz
de crear lo impensable y por más que el desenlace final de todo mortal sea el
de la muerte, el hombre (al igual que Sísifo) debe darse cuenta que lo que
importa no es subir y llegar con la roca a la cima, sino el esfuerzo en que le
pone día a día, una y otra vez para intentar llegar a esa cima. El esfuerzo se
convierte en la clave para llegar a la cima y con eso, a Sísifo le basta para
llenar el corazón de un hombre, pues aunque este mundo sea completamente
absurdo, el hombre siempre dispondrá de un breve momento para depositar su «esfuerzo»
en seguir adelante a pesar de la gran roca que tenga que llevar (las
adversidades), pues si se empeña un poco más, a lo mejor logre llegar con esa
roca a la cima anhelada y se dará cuenta que su motivación fue superior al
castigo de los dioses.
7 de noviembre de 2021
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