—¿Cómo es posible que este abogado se haya vuelto un experto en redacción si lo que le apasionaba era la filosofía y no la escritura? —preguntó el detective Rodríguez.
—Ni yo
lo entiendo. Llevamos horas aquí en su biblioteca y por más que hayamos buscado
alguna pista sobre su extraña desaparición, seguimos sin encontrar nada —dijo
el policía vestido de civil que acompañó al detective.
—Se
nota que este abogado contaba con un buen dinero para comprar todos estos
libros, por ejemplo, aquí una excelente edición del Quijote de la Mancha
(1820), La divina comedia de Dante en edición pan de oro, toda esta colección
de clásicos de la literatura universal en edición Aguilar y por allá, todos
esos textos originales de filosofía y mira, dos estantes completos de libros en
latín y griego, ¿cuánto dinero habrá invertido en todo esto? Mmm… bueno, aunque
lo curioso es que sus vecinos afirman que solía decir que «amaba la pobreza», ¡carambas!
Con todos estos buenos libros y lapiceros de marca que hay aquí en sus cajones
decir que amaba la pobreza me suena ridículo, ¿no lo crees? —preguntó el
detective al policía.
—Si
este abogado con todos estos textos «amaba la pobreza» entonces yo debo ser el
hombre más pobre del mundo. Además, todas estas agendas y cuadernos con
escritos a mano…
—Se
dice manuscritos, ¿de acuerdo?
—¡Ah,
sí! Decía que todos estos manuscritos que tratan sobre diversos temas de filosofía,
traducciones latinas, biografías, pensamientos, algo llamado ‘paremias’ y hasta
párrafos escritos en latín que no entiendo qué dirán, pero se nota que le
gustaba mucho escribir… pero entonces, ¿era profesor o escritor?
—¿No
ves en aquel estante sus libros? Me refiero a los libros de su autoría. Al
parecer, el hecho de ser un hombre solitario, esto es, sin esposa ni hijos, sin
familia, le daba mucho tiempo libre para dedicarse a leer y a escribir, tal
como lo dicen los informes. Respondiendo a tu pregunta, era profesor, pero al
parecer, le gustaba más ser escritor y no solo de textos académicos
relacionados al derecho, sino también escribía pensamientos y cuentos extraños,
por ejemplo, mira este libro que publicó en octubre de 2022, se titula «Morker
II: cuentos diabólicos» y acá en el índice figuran trece cuentos y varios de
ellos tratan sobre pactos con el demonio, sectas satánicas, rituales satánicos
y cultos al diablo, aunque lo curioso es que en su introducción asevera que la
veracidad de estos cuentos quedará en la memoria de aquellos que lo
experimentaron, es decir, que lo vivieron.
—Es
curioso y extraño todo esto, pues una vecina dice que aparte de haber sido un
hombre solitario, era un hombre muy misterioso y que solía quedarse despierto
algunas madrugadas. Algunas veces, desde afuera se divisaba por su ventana, que
solía encender una vela a la medianoche y luego se escuchaba un ruido extraño
como de pasos de caballo y sonido de trompetas distorsionadas pero no tan
fuerte. Luego, otro vecino, que vive al costado, dijo que este abogado
pronunciaba en latín algunas palabras como invocando a algún ente demoníaco. ¿Extraño,
cierto?
—Claro
que sí, pero soy muy escéptico para varias cosas, para empezar, sigo pensativo
en cómo se volvió un experto en la redacción y cómo empezó a detectar errores
ortográficos y gramaticales a los escritos de los demás de manera tan rápida.
—Seguramente
estudió y llevó cursos de gramática o de redacción.
—Obvio
que los llevó, pero en tan poco tiempo, muy poco tiempo para ser exactos, no
pudo dominar tan rápido muchas técnicas de la redacción, incluso, ¿cómo
aprendió latín tan rápido? Es más, ¿cómo hizo para publicar libros tan rápido?
—Buena
pregunta, porque generalmente aprender algo y bien lleva su tiempo y por más
que se aprenda rápido, aun así no cuadran muchas cosas, puesto que si amaba la
pobreza, ¿cómo hacía para obtener dinero y publicar sus libros?
—Eso
está justificado, producto de su trabajo obtuvo el dinero.
—¿Un
profesor y escritor va a ganar tan bien, detective?
—Pienso
que…
De pronto,
una agenda de color negra cayó de golpe de uno de los estantes como si alguien
lo hubiera lanzado, pero en la biblioteca del profesor no había nadie más que
el detective Rodríguez y el policía Díaz. Ambos voltearon la mirada y sorprendidos
se acercaron al estante donde cayó esa agenda negra. El detective la recogió y
al abrirla notó que había dibujos extraños, como figuras demoníacas, velas y
trazos con inscripciones a mano que el profesor había escrito. El detective
miró a Díaz y dijo:
—Creo
que encontré la respuesta a todo este misterio.
—¿Cuál
es?, ¿qué dice en esa agenda?
—Está
en latín, pero abajo escribió la traducción al francés.
—¿Usted
sabe francés?
—Sé
inglés, francés e italiano.
—Eso no
lo sabía, detective.
—Bueno,
al grano. Espero que lo que lea a continuación no te asuste.
—¡Ya,
dígame lo que dice!
—Bien,
aquí va: «Oh, gracias a ti, Titivillus por otorgarme el poder para detectar
errores en la escritura. Gracias a ti Titivillus por aceptar parte de mi sangre
y concederme la visión para detectar los errores ortográficos y gramaticales en
todo tipo de escritos. A ti os doy las gracias por ayudarme a corregir mis
errores al momento de escribir, pues como antiguo y eterno patrón de los
escribas, solo tú tienes el poder para hacer que otros cometan errores y yo los
pueda corregir gracias a tu poder. Bebe mi sangre que te ofrezco cada sexto día
de cada mes, pues no me importa que al perder parte de mi sangre mi cuerpo adelgace
a cambio de poseer tus ojos demoníacos y detectar los errores en los escritos
para obtener ingresos. Así también, quedo agradecido a Stolas, el gran búho,
por otorgarme la sapiencia y el conocimiento para leer, analizar e interpretar
textos de manera más rápida. A ustedes dos grandes potencias infernales, les
entrego mi absoluta devoción. Amén».
—Siento
miedo.
—Además,
aquí hay una nota al pie donde dice que Titivillus es un demonio que durante la Baja Edad
Media se creía que trabajaba en nombre de Belfegor, Lucifer o Satanás para introducir errores en el trabajo de los escribas. La primera referencia a Titivillus, por su
nombre, fue en el «Tractatus
de Penitentia» escrita en 1285 por el escritor franciscano Ioannes Guallensis.
—Eso
quiere decir que el abogado o mejor dicho, el profesor ¿hizo un pacto con ese
demonio Titivillus?
—No
solo con él, sino también con otros demonios como escribió en esta agenda
negra.
Luego
de escuchar esto, el policía quedó muy sorprendido y a la vez muy asustado. El
detective, al terminar de leer esto, no pudo moverse, quedó paralizado y
asustado también. Ambos se miraron y de pronto una sombra negra apareció en la
biblioteca y se los llevó.
Al día
siguiente, varios efectivos policiales fueron a la casa del profesor y no
encontraron nada. Todo estaba en orden, solo que había un extraño cuadro en esa
biblioteca donde se veía a un hombre delgado vestido de negro y con capucha
alzando las manos, mientras dos hombres desnudos estaban atados a unos palos y
varios demonios danzaban alrededor de ellos, mientras eran quemados. El fuego
los consumía poco a poco y la expresión de dolor reflejado en el rostro de
estos dos hombres era descomunal. Lo curioso aquí es que uno de los hombres
tenía el rostro del policía y el otro, el rostro del detective.
Fin
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Cuento: Titivillus
Autor: David E. Misari Torpoco
Escrito el 17 de junio de 2022 a las 2 de la madrugada.
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